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miércoles, 14 de enero de 2015

La fiebre del coltán y de la vergüenza

En Tierra hostil se adentró, este martes, con Jalis de la Serna en las minas de la República Democrática  del Congo e hizo que nos sintiéramos avergonzados y agradecidos por vivir en el país en el que vivimos y por la vida que llevamos. 11 años después de poner fin a la guerra civil- gracias a la intervención de la ONU- que vivió el país, los congoleños son cada día más pobres siendo inmensamente ricos en materias primas. Café, diamante, oro, coltán etcetera.

La Fiebre del Coltán esa materia prima tan preciada con la que se fabrican la mayoría de nuestros dispositivos electrónicos, -móviles, tablets, smartphones, videoconsolas, prótesis etcétera-, mueve millones de euros y causa cientos de muertes cada año. Si tu moral o conciencia tras ver este reportaje no te deja vivir puedes abogar por el comercio justo. La compañía holandesa Fair Phone fabrica móviles libres de coltán.

14 horas de trabajo al día por unos 2,5 euros. Niños trabajando de sol a sol que s
in medidas de seguridad se adentran en las minas de las que extraen Tantalita y columbita para que luego empresas extranjeras comercien con ello. En España y casi en cualquier parte del planeta nos parecería infrahumano pero para los habitantes del Congo es eso o morir. Un mercado negro muy jugoso controlado por unos pocos, los rebeldes e incluso el propio ejército. Y todo esto en presencia de la ONU. La organización encargada de garantizar y velar por la paz y la seguridad. Mientras el programa mostró cómo es la vida de los congoleños, los trabajadores de la Organización de las Naciones Unidas viven en un mundo aparte, alejados del tumulto en chalets casi de lujo e incluso con una indumentaria muy diferente a la de los habitantes del país.

El Periodismo en estado puro,-ese que tanta falta hace en las televisiones y que anoche fue el protagonista,- corriendo riesgo para mostrar otras realidades y vergüenza, mucha vergüenza y tristeza de ver cómo viven en chabolas de plástico y trabajan desde que amanece hasta que anochece, sin lujos, simplemente para poder comer. Un reportaje de más de una hora de duración que nos mostró la otra parte del mundo donde las comodidades son un sueño al alcance de unos pocos. Así es la vida, para que unos vivan cómodamente, otros sobreviven.

viernes, 18 de octubre de 2013

Encarcelados: asesinos a sueldo como reyes

Encarcelados sigue adentrándose en las cárceles de Sudamérica. Esta vez el programa mostró las entrañas de dos cárceles de Colombia. Palmira que cuenta con 26 españoles y la prisión de Buen Pastor,en Bogotá, con 12 españolas.

Historias escalofriantes que dejan al descubierto el sistema imperante en las prisiones: la corrupción y el poder en manos de unos pocos.
Si algo destacó en esta entrega fue la entrevista realizada por Jalis de la Serna a Jairo, más conocido como`Popeye`, jefe de sicarios del fallecido Pablo Escobar.

El preso se mostró frío, poderoso y desafiante. Eso sí, en algunos momentos mostraba un falso arrepentimiento. Sin mover ni una pestaña relató que se había visto implicado en más de 3000 asesinatos y había matado a más de 250 personas. El ex- colaborador de Escobar se jactaba de aparecer en el libro del narcotraficante fundador del Cartel de Medellín.

Un Jalis de la Serna haciendo PERIODISMO, si en mayúsculas, preguntando, indagando y manteniendo la mirada al preso. Jairo vive en una de las cárceles más seguras de Colombia. Custodiado por los funcionarios,`Popeye`colabora con la justicia y su vida corre peligro, no en vano han intentando envenenarle hasta en siete ocasiones por lo que su comida es supervisada por los funcionarios y la policía. El sicario vivía como un rey mientras los españoles sobrevivían como podían.

"En Colombia es un honor ser bandido" así de orgulloso se quedó la mano derecha de Pablo Escobar que repartió para todos, y no podía terminar sin atacar a España. "Los bandidos vienen de España". El sicario afirmó que "más de 250 coches bomba fueron destinados porque ETA nos enseñó".

Algo que llama poderosamente la atención  es que el defensor de los derechos humanos en el penal sea un preso juzgado por homicidio, a lo que el respondió que "quien entra en la cárcel es la persona y no el delito". Un asesino defendiéndote, sin palabras.


Mención aparte merece los comentarios de los funcionarios de prisiones hacia los españoles, burlándose de ellos y tachándoles de que no les gustaba el agua. De paso se jactaban de que los españoles se encontraban en el mejor país del mundo.

Españoles de Asturias, Valencia, Burgos, Andalucía con una misma intrahistoria: correos de la droga. Unos por necesidad, otros por extorsión pero todos cumpliendo unas penas que en España no las llegarían a cumplir integras, o si al caso, con permisos carcelarios.

Si estar privado de libertad ya es algo que no deseas ni a tu peor enemigo, más duro es tener que estarlo en esas condiciones tercermundistas, con una sanidad y una higiene ínfimas.

Los españoles no dudaban en denunciar las condiciones en las que sobreviven. La embajada les proporciona algunos productos de primera necesidad como papel higiénico y productos íntimos en el caso de las mujeres.¿Pero al ver como viven uno se pregunta, ¿Cómo es posible que el Gobierno o las embajadas no actúen con más celeridad?.

Muchos de ellos no pensaron en las consecuencias y nunca imaginaron acabar presos y cumpliendo condenas de más de 10 años. Madres que hacen lo que sea por sus hijos, hasta cumplir los delitos por ellos. Presas esperando a ser juzgadas que muestran el colapso y el hacinamiento en el que viven.



Cárceles colapsadas, presos que viven en los pasillos de las prisiones con colchonetas viejas y rotas. Para sobrevivir y acceder a alimentos básicos de primera necesidad sus familias les envían dinero ante los precios tan altos de los alimentos. Los españoles son una piña, cada uno vigila y vela por el otro y así la situación se hace más soportable.

Minutos, horas, días, semanas, meses. El tiempo pasa y cada vez queda menos para recuperar la libertad, la vida. La familia y su rutina. Cientos de españoles esperan en Sudamérica salir libres o ser trasladados a cárceles de España y al menos, aunque cumpliendo condena, estar más cerca de los suyos.